(la pesadilla con íncubo es azul relámpago)
Tras el dolor punzante
chorrea la sangre por el brazo,
viscosa, espesa,repugnante.
Ni la luz se enciende,
tras vano tentativo de orientarme,
de reconocer el lugar.
!Ah si, París!
Recuerdo vagamente
el hotel laberíntico
de interminables pasillos,
los titubeantes pasos perdidos,
derecha, izquierda,delante y atrás.
Rincones misteriosos
entre números y flechas,
indicaciones contradictorias,
clientes fantasmagóricos
buscando angustiados
la inexistentes puertas.
Imagino ratas corriendo
perdidas, grises y rápidas,
serpientes reptar por el número 345
y la siniestra carcajada del 344,
al encontrar la cerradura.
Delante de mi , erguido, el general
que me quiere condecorar
con una rara medalla,
pero no alcanza por el perro
que desde mi hombro le ladra.
Corro por los pasillos,
detrás, la rata, el perro y el general,
veloz con en su mano la medalla,
la 335, la 384, la 325, la 340,
la luz del alba entra por la ventana.
Investigo, ansiosa, la herida,
en la media luz de la mañana,
busco la sangre en la sábana,
veo solo una cabellera revuelta,
en el espejo, mi cara cenicienta.
No está la herida, ni el perro,
ni la rata, ni el general
solo zapatos, ropa desordenada,
un par de mapas
y la evidencia de estar en París.
!Ah si, el hotel de París!
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