lunes, 23 de enero de 2012

INTERVENCIÓN DE MARIANO JIMENEZ EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO EN EL "CAFÉ LITERARIO" DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA





En la foto: Mariano Jimenez Serrano con la autora el día de la presentación del poemario en la Universidad de Navarra.



EL ESPEJO ROTO DE ALICIA – ALICIA REDEL
Recibí, con agradable sorpresa, este libro. Inevitable que viniera a la memoria otra Alicia, Alicia a través del espejo. No era, en todo caso, esa Alicia de la época victoriana, Alicia Lidell, sino Alicia Redel, la que situaba al lector frente a un espejo. Los poetas nos invitan a pasar al otro lado del espejo donde el lenguaje conjuga misterios para nombrar de una manera mágica y sencilla la verdad profunda de las cosas. Me dije: mirémonos en este espejo. Me situé frente a él y algo me llamó la atención: un espejo roto, la huella de un estallido de cristal en el portal del libro. Me dio por pensar dos cosas antes de que la autora me hablara desde el prólogo y después desde su obra: la idea de un espejo roto me sugería una multiplicidad de reflejos, un caleidoscopio de matices que los poetas y sólo los poetas saben extraer de su visión del mundo para hacernos partícipes de ella. Pero un espejo rato también me sugirió la idea de fractura, una cicatriz de cristales. Encontré mucho de lo primero y encontré mucho de lo segundo a lo largo de la travesía del libro. Si recolectáramos en un bolsillo, como ese niño que llevaba estrellas en su bolsillo (imagen poética precisa y preciosa de la ternura, por cierto) algunas de las palabras que más aparecen aquí, tendríamos dolor, pérdida, la nada, el silencio, la añoranza, la soledad, la extrañeza o el temor que sienten los corazones al descubrirse pequeños o a la intemperie:
“Eres solo una piedra,
Entre otras piedras,
Tiradas en una playa
A merced del mar.”
Ha aparecido en la lista de palabras el silencio, que no deja indiferente a este músico lector que se mira en el espejo de Alicia (“la música callada, la soledad sonora”)
“Amo el silencio
Sin este silencio sonoro
De nuestro entorno
No sentiría tu alma”
Y más adelante:
“Queda un sonoro silencio
Un gran silencio,
Un profundo silencio
En la playa desierta”
Y en las sucesivas páginas, en las teselas de estos cristales fragmentados donde se refleja el mismo concepto en sus más diversas acepciones, leemos “de nuevo el gran silencio”, “el aullar de la luna” (que es un silencio de blanca en la noche oscura) y hasta el silencio de Dios, con su desconcertante interrogante.
Ha aparecido igualmente el dolor, el dolor que, en algunos versos, duele hasta que dejar de ser dolor. Y uno asiente y comprende mientras se contempla a sí mismo en el espejo de Alicia y viene a la cabeza ese otro verso de Lope, como solía citar Federico García Lorca, poeta de la luna, que dice: “quien lo probó lo sabe”.
Pero hay luz en este poemario también, por supuesto, porque hay que descender al pozo del dolor para encontrarla: de esa queja o suspiro de la autora por la “vida no vivida”, a través de esa fractura en la superficie rota del espejo, entrevemos la luz, el bálsamo y la magia de la poesía que nos permite vivir lo no vivido, soñar e ir más allá del sueño, haciendo del sueño una realidad paralela:
“Esa vida que pasa
Sin que sepa de ser vivida
Le hace vivir soñando su sueño
En la otra cara de la realidad.”
Alicia nos hace partícipes del descubrimiento de que al otro lado del espejo de los sueños las vivencias parecen tan nítidas como las aguas que fluyen subterráneas:
“Aguas claras que yo solo siento vibrar,
Sueño que sueña su sueño,
Agua que sueña agua,
Vida que sueña vida.”
Retengo este verso “Aguas claras que siento vibrar” y rescato la advertencia que dejó escrita Miguel de Unamuno:
“Cuando vibres todo entero,
Soy yo, lector, que en ti vibro”.
Esa es justamente la experiencia que siente el lector que se asoma al espejo de Alicia: una comunión con el latido, el sentir y su experiencia del mundo comunicada a través del lenguaje misterioso de los versos. Soñamos (y al hacerlo vivimos, y al vivirlo participamos) que el firmamento cabe en los bolsillos de la inocencia de un niño, que no vuelan mariposas sobre el mar y nos preguntamos adónde van las gaviotas cuando todas juntas parecen adentrarse dentro del sol. El calor suave del sol que presintió David. El calor del corazón que sintió David, pervive en la memoria de los latidos.
Mi enhorabuena sincera a la autora y mi agradecimiento por compartir con nosotros la emoción de sus versos.
Mariano Jiménez Serrano. Enero de 2012

3 comentarios:

  1. Querida Alicia como siempre un deleite leer tus escritos. Mi enhorabuena por todos tus Éxitos literarios, un deleite poderlos disfrutar.

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