Amiga mía,
quisiera
cambiar el juego.
Quisiera también
revolver las fichas
en el tablero
sin que te enfadaras.
Debes de reconocer
que tu juegas con ventaja,
vieja amiga,
además
tu juegas
con experiencia,
mientras que yo,
no se nada
de éste juego,
tu ya sabes como acabará
también sabes cuando,
y mientras me miras
con tu sonrisa irónica
ya le estás poniendo
el punto final.
Quisiera
sin embargo,
que en éste tablero
extendido
entre nosotras,
hubiera otros colores
y no ese espejo oscuro,
éste espejo roto,
que me has puesto delante.
Yo comprendo que
tu quieres que yo me vea
como soy en mi realidad.
Pero yo
no quisiera
ver mi imagen
reflejada así,
como me la estás mostrando,
sino aquella
que debiera haber sido
y que no fue.
No ignoro
que la culpa es mía,
querida amiga,
pero tu también
puedes constatar
que en algún modo
también las circunstancias
jugaron su parte
que no fue irrelevante.
Y por eso quisiera
que eso fuera tenido
en debida cuenta
y que ésta mueca adusta
que veo en el cristal,
se trasmutara
en una abierta sonrisa.
Al mismo modo
quisiera
que cada odio,
grande o pequeño,
cada discusión,
lógica o estúpida,
cada momento
de rabia, rencor o rencilla,
cada insensato recelo,
cada acción iracunda
con o sin razón,
cada indiferencia
ante de otros el dolor,
esa no estima,
ese desamor,
ese mirar a otra parte,
ese encogimiento de hombros,
ese ir cada uno a lo suyo,
todo ese indecoroso ramillete
que estoy viendo
en el espejo roto
de mi vida,
quisiera
poder cambiar.
Ahora comprendo,
muy adelantado el juego,
demasiado tarde quizá,
qué corta y qué tonta
es la vida
y que es verdad
que el amor si importa,
que el amor es vida,
que la experiencia
te da temperancia
y la tolerancia
te da magnanimidad.
Te enteras demasiado tarde,
casi al final.
¿Sabes que te digo?
Es cierto,
ya no veo las cosas igual,
aunque ciertamente es tarde
y veo que tu
ya quieres acabar.
De todas formas,
si fueras tan amable,
tampoco te costaría tanto
siendo como somos amigas,
atender a mi ruego,
quisiera
cambiar
algunas cosas
en éstos momentos
en que veo terminar el juego
en nuestro tablero
y también caducar
mi tiempo
con cierta velocidad.
No sé
si en éste momento
de la partida
que estoy jugando contigo,
vieja amiga,
compañera de camino,
testimonio mudo,
de mi vida,
discreta pero presente,
caminante a mi paralela,
quisieras tu
hacerme un favor,
ésto es,
hacer como que no me ves,
y mientras tanto,
será solo un momento,
te lo aseguro,
yo puedo cambiar
las fichas del tablero,
y tu, amiga querida,
no me llamarás tramposa
ni terminarás el juego,
ni siquiera te enfadarás,
qué más te da,
será un juego,
una picardía,
una broma más de la vida.
Tu,
pones el reloj
unas horas atrás
y como si no hubiera pasado nada,
reiniciamos la partida
y me das
otra oportunidad.
¿Qué te cuesta?
Tu por delante
al fin y al cabo
tienes toda una eternidad.