(El bosque nocturno es azul)
Si por el bosque vas
en una noche iluminada
por la luna llena,
y , allá arriba la ves enorme,
bola grávida de luz,
que rezuma blanco resplandor.
Si oyes murmullar
mil presencias escondidas
en ramas y madrigueras
y sus ojos relucir
en la oscuridad clara
de la noche primaveral,
es que Dios está ahí.
Y si por el bosque vas
y sientes el aullar del lobo
que canta su amor a la luna,
bola grávida de luz,
y el astro nocturno
le regala una sonrisa
de complacencia
y ves su imagen solitaria
con el hocico que punta
a las estrellas en el claro del bosque,
entre esos gigantes centenarios,
es que Dios está ahí.
Y si cuando llega el alba
calla el lobo,
calla el búho,
callan las criaturas nocturnas,
y en la sutil luz del amanecer
puedes oír el canto de pájaros
y el aletear de mariposas
que caracolean entre flores silvestres
y húmedas de rocío matinal,
tus ojos atónitos
perciben que Dios está ahí.
Has visto, has tocado, has sentido,
el cántico de sus criaturas,
has visto has sentido
has contemplado a Dios
en esa Catedral fantástica,
enorme, de la Creación.
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