(EL RECUERDO MELANCÓLICO ES VIOLETA)
Me encanta pasear
por la vieja ciudad,
en cada ventana cerrada
-!Oh si hablara!-
entre los geranios marchitos
se trenzarían viejas historias.
Me encanta pasear
por la vieja ciudad.
Oler su olor añejo,
tocar sus mohosas piedras.
Y pararse bajo el vetusto farol
de la estrecha calle
-!Oh si hablara!-
Nos contaría de antiguos amoríos
y besos furtivos bajo su luz
tenue y discreta.
Me encanta pasear
por la vieja ciudad,
y mirar sus grises tejados
y recordar a los muchos gatos
-!Ah si pudieran hablar!-
gritando sin pudor sus amores
a la gata más bella
del más destartalado tejado
de la más estrecha calle
de la vieja ciudad.
Y entrar en la más oscura librería
de libros antiguos y usados
-!Ah si pudieran hablar!-
y comprar un ejemplar
polvoriento y amarillo
con su olor a viejo
-!Oh si pudiera hablar!-
Y abriéndolo encontrar
una rosa marchita
entre sus hojas
¿Quién la puso allí?
-!Oh si pudiera hablar!-
Sabríamos cuántas lágrimas,
cuántos suspiros de añoranza
derramados sobre esa página
de la rosa escondida
como un viejo relicario.
-!Oh si pudiera hablar!-
Me encanta pasear
por la vieja ciudad.
Hablar con sus fantasmas
que aun hoy se asoman
a las ventanas
y se besan bajo la farola.
Para verlos hay solo que querer verlos.
Me encanta pasear
por la vieja ciudad.
Porque esa ciudad habla.
Habla porque tiene alma.
Habla porque tiene personalidad.
Me gustó mucho este poema de la vieja ciudad que está viva, que tiene alma y personalidad, muy plástico y hermoso tu escrito
ResponderEliminargracias
La vieja ciudad se parece al vino añejo. El tiempo le otorga la solera que la identifica y que se descubre al paladearlo y disfrutarlo con todos los sentidos. De igual manera la del viejo casco, al caminarla con una apertura como la que se intuye en tu poema.
ResponderEliminarTodo lo que es antiguo parece que quiera trasmitirnos lo que ha visto. Por eso lo nuevo puede tener su belleza,pero le falta el "alma y la personalidad".Alicia
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